Comité Editorial

25 de agosto de 2014

Supérstite

    Aunque todos notaran el sabor a lástima densa que tenían sus palabras, nuestra madre insistía en que, a mi gemelo y a mí, sólo se nos diferenciaba porque él olía a leña húmeda y yo a arena mojada. Éramos idénticos, sí, pero mientras que a mí me tocó asistir a nuestras vidas, a él le tocó vivirlas. Al menos hasta que se acabó su suerte. 
    El éxito era suyo, el fracaso mío.Él hacía los goles a nuestro favor, yo los penaltis en nuestra contra. Su adolescencia estaba empapelada de sobresalientes, la mía empedrada de suspensos; su carrera de matrículas de honor, la mía de cursos repetidos. Él insistió en que fuéramos socios en el bufete porque se sentía culpable, no porque creyera en mí. Desde muy pronto me obligué a disimular mi envidia. Incluso cuando se casó con Sara, aun sabiendo que yo la amaba con desesperanza. Siempre estuve convencido de que la ventura había quedado en su lado cuando se dividió nuestro embrión. Pero me equivocaba.
    Cuando el conductor kamikaze nos embistió en aquella autopista él murió en el acto. Sin embargo, yo salí ileso. 
    Ayer lo enterramos. Después de quedarnos solos en el cementerio, Sara se acercó a mí y abrazándome por la espalda, me susurró al oído: "Mi amor, tenemos que irnos ya". Mientras yo, fingiendo un impulso amordazado por el dolor, no dejaba de acariciar la lápida con mi nombre inscrito en ella. 

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Pedro Sánchez Negreira: Verde como el Hielo. Ilustraciones de Dictinio de Castillo-Elejabeytia. Col. Lenguas del Ornitorrinco, 1. Zaera Silva Editor, 2013.

4 comentarios:

  1. Simplemente fantástico. Felicidades.

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  2. Lo mejor del relato no es que sea una pequeña joya, es que está en un libro que es un verdadero joyero del género.

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  3. Este microrrelato muestra a las claras que eso de tener una media naranja fraterna no es tan maravilloso como podría parecer a otros ojos...

    Una historia maravillosamente terrible o terriblemente maravillosa, depende de qué lado del embrión se la mire... ;)

    Un saludo,
    Mariángeles

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  4. Cuánto se puede dibujar con tan pocas y precisas palabras...
    Y un final sencillamente espectacular. Me quito el sombrero, Pedro.

    Gracias por regalos para la imaginación como este :)

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